Hábitos saludables
Algunas de las medidas que se han tomado para impedir la propagación del COVID-19 han influido en los hábitos relacionados con la salud. Concretamente, en el Estado español se prohibió salir de casa, excepto para las actividades básicas, durante 7 semanas, lo que generó a muchas personas dificultades para poder mantener una actividad física regular1. Esta reducción de actividad física en España fue especialmente elevada, disminuyendo en un 30-40%. Unido a esto, las actividades sedentarias relacionadas con las pantallas han ido aumentando2. Además, se ha observado que esta situación puede tender a mantenerse. De hecho, en China después de tres meses del final del confinamiento aún no se habían recuperado el nivel de actividad anterior al COVID-193. Es interesante constatar que en los estados en los que desde las instituciones se ha fomentado que las personas se mantuvieran activas y se ha permitido realizar actividad física en el exterior, ésta ha aumentado4.
Al mismo tiempo, el confinamiento ha influido notoriamente en los hábitos alimenticios5. En general, se ha comido de más y han aumentado las conductas alimenticias no saludables: entre otras cosas, se han elegido alimentos más insalubres, se ha comido con menos control y se han consumido más “snacks” entre horas. Analizando las razones de estas actitudes, aparte del tiempo de permanencia en el domicilio, se han tomado como factores de riesgo el estrés, la ansiedad y el aburrimiento derivados del confinamiento. Por otra parte, la incorporación de la dieta mediterránea ha aumentado en algunos países, sobre todo entre las mujeres. Asimismo, al prepararse un mayor número de comidas en casa, se ha facilitado la gestión de las dietas restrictivas (celiaquía, por ejemplo), controlando mejor este tipo de transgresiones6. Y, sin embargo, los hábitos de las personas con obesidad y las que cursan alteraciones de comportamiento alimentario han empeorado7.
Todo lo precedente deja de manifiesto que los cambios en la actividad física y en los hábitos alimentarios provocados por el confinamiento amenazan nuestra salud, lo cual preocupa especialmente. De hecho, tanto la forma física como el estado nutricional son imprescindibles para nuestra salud y bienestar, ya que pueden condicionar la evolución de enfermedades crónicas tales como hipertensión, diabetes, obesidad o síndrome metabólico8. En una situación de pandemia esto es especialmente relevante, ya que se ha observado que las personas portadoras de enfermedades crónicas, en contraposición con las sanas, tienen más riesgo de sufrir síntomas más graves de COVID-199. Además, es sabido que en lo referente a enfermedades contagiosas, la actividad física10 y una dieta equilibrada11 fortalecen el sistema inmunológico y reducen el riesgo de infecciones. A lo que ha de añadirse que el sedentarismo y una alimentación pobre pueden acelerar el deterioro físico y cognitivo ocasionado por el proceso de envejecimiento así como fragilidad y sarcopenia12. Anteriores investigaciones han demostrado que las personas frágiles13 y, en general, las que se encuentran en peor estado funcional14 y nutricional15 tiene más síntomas graves ocasionados por COVID-19. Por ello, no es de extrañar que la tasa de mortalidad de las personas activas hospitalizadas por COVID-19 sean más bajas que la de las personas sedentarias16 ni tampoco que la mortandad entre las que están en estado de malnutrición18 sea mayor que entre las que gozan de una situación nutricional adecuada.
Por otra parte, algunas personas han generado síntomas de larga duración a consecuencia de la COVID-19 o de las hospitalizaciones (sobre todo en cuidados intensivos) asociadas. Entre estos síntomas cabe destacar la fatiga, debilidad, dificultad respiratoria y sarcopenia17. El ejercicio físico y una alimentación saludable18 pueden ser de ayuda para afrontarlos, pero todavía son necesarias investigaciones más concretas para determinar cuáles son los protocolos y pautas a seguir con este tipo de pacientes.
También hay que destacar la relación existente entre hábitos de vida y salud mental. La ansiedad y el estrés pueden derivar en deficientes patrones de alimentación; la actividad física, en cambio, puede ser útil para hacer frente a este tipo de trastornos.
Para terminar, reconocer que la pandemia también ha dejado huella en otros hábitos de salud. No se pueden obviar las alteraciones relacionadas con el descanso, el consumo de tabaco o alcohol, así como otras adicciones.
Propuestas
La actividad física y una alimentación equilibrada son fundamentales para hacer frente a las enfermedades crónicas, reducir el riesgo a padecer graves secuelas por Covid-19, y para fortalecer el sistema inmune. Por ello se hace necesario un análisis en profundidad referente tanto al deporte como a la alimentación, debiendo reconocerse por parte de la sociedad y las instituciones la importancia que este cuidado tiene, por una parte para facilitar la detección temprana de malnutrición o disfunción física, así como para ofrecer asesoramiento adecuado en la prevención de enfermedades crónicas. Además, las personas cuya situación física o alimentaria se haya agravado debido al COVID-19 o a una hospitalización prolongada, deberían recibir especial atención, en orden a aliviar los síntomas a largo plazo.
Asimismo, se debería ofrecer un servicio de alimentación domiciliaria y de actividad física para las personas que tienen dificultades para proveerse de una dieta o mantener una actividad adecuadas debido a la falta de autonomía o recursos socioeconómicos. De entre estos colectivos merecen especial mención nuestros mayores.
Pautas sobre actividad física. Deberían darse a conocer y promocionar modos de hacer deporte en casa con los medios que se tengan más a mano. Hay numerosas propuestas en Internet, las cuales, sobre todo en pandemia, han experimentado un notable aumento. Herramientas como la videoconferencia también se pueden utilizar para hacer deporte en comunidad. Esto podría servir para reducir la brecha digital entre las personas mayores y las que disponen de menos recursos, y mejorar sus hábitos en cuanto a la salud. Aunque no podemos olvidar que en muchos hogares no hay un lugar adecuado para hacer ejercicio, y en confinamiento estricto las circunstancias de este tipo deberían ser tenidas en cuenta.
El riesgo de contagios al aire libre, en ausencia de aglomeraciones, es muy bajo. Habría que hacer llegar este mensaje a la población, junto con el de evitar multitudes, e impedir la actividad física en el exterior solo en casos muy extremos. De igual manera se deberían utilizar los parques e infraestructuras al aire libre y fomentar los paseos a pie o en bicicleta. En este sentido, hay que recalcar el beneficio psicosocial que conlleva el ejercicio fuera de casa, más aún cuando se realiza en contacto con la naturaleza.
Además de los ejercicios aeróbicos (caminar, bicicleta, bailar) trabajar la fuerza es muy beneficioso para mantener una buena función muscular y evitar dependencias, sobre todo en personas de edad. Además, habría que evitar estar inmóvil durante mucho tiempo. Por ello, conviene intercalar periodos sedentarios con movimiento.
Pautas alimentarias. Los hábitos alimentarios saludables son los que garantizan una mayor riqueza y calidad nutritiva en la dieta. Esta dieta cubrirá nuestras necesidades de nutrientes y energía, distribuirá equilibradamente los macronutrientes y ajustará adecuadamente el equilibrio energético a la actividad física. Además, se aconseja que la dieta sea lo más atractiva posible, sobre todo en época de pandemia. Para ello, ofrecemos las siguientes recomendaciones: garantizar el consumo diario de frutas y verduras, comer legumbres varias veces a la semana, elegir cereales integrales, consumir lácteos todos los días, incluir frutos secos en la dieta, hidratarse bien, priorizar el aceite de oliva y moderar el consumo de alimentos de origen animal. En cambio, se deberían evitar: los alimentos con alto contenido en azúcar, el consumo de sal, los alimentos ricos en grasas saturadas, los alimentos refinados y la comida rápida. Para finalizar, las comidas saludables deben espaciarse equilibradamente a lo largo del día, adecuando los tramos de ayuno.
Por desgracia, el contexto de estrés y ansiedad provocado por la pandemia empujan a consumir alimentos no saludables. La motivación para mantener una dieta saludable ha disminuido, y vence la opción provocada por la influencia del bajo estado de ánimo. El principal objetivo ahora es recuperar el control de la dieta: hay que planificar las comidas y cuidar el contenido en calorías y calidad nutricional de los alimentos.
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